Un día, una noche, en una escena repleta de euforia, de risas, alegría y algarabía, mientras mis manos en el pecho sostenían mi corazón y mis ojos buscaban estrellas y mis pulmones aire fresco, en un estallido de emoción bajé mi rostro y se cruzaron nuestras miradas, nos sorprendimos los dos en un segundo infestado de recuerdos, preguntas, gusto, afecto, mil otras cuestiones y yo simplemente sonreí sin retirar la vista, al mismo tiempo él giró su rostro y se extrañó, lo supe, se preguntó si me he dado cuenta, si lo pude sentir.
Somos mente y corazón, química y ritmo, tiempo y vida y en ese día, esa noche, en ese momento, nos hicimos eternos.
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